miércoles, 10 de febrero de 2016

PASEANDO POR EL BULEVAR

Pasea por aquel bulevar dónde tantas veces caminaba cuando era pequeño. Ha pasado mucho tiempo, todo está muy cambiado desde la última vez. El estanque que le gustaba visitar todas las tardes de verano para ver si alguna gota le salpicaba y refrescaba había desaparecido. Giró la cabeza.Todavía se conserva la heladería a la que le llevaba su padre. Era el mejor lugar de la ciudad para tomar algo con cualquier persona. Decidió entrar para beber un buen batido de helado de cereza, por los viejos tiempos. Se sentó en una mesa mientras sonaba la misma melodía de la que siempre se quejaba. No le gustaba de niño, porque no paraba de oírla en este sitio y le resultaba cansina. No lo entiende, pero ahora al escucharla sonríe y se olvida del resto del mundo. Da un trago al batido, está tan bueno como él recordaba.  


Son las diez de la noche. El adulto se encuentra sentado en un banco. Él quiere gritar y decirle al mundo que está de vuelta en la ciudad, pero no lo hace. A la gente le da igual lo que él sienta. Esta situación le provoca una profunda melancolía. Le recuerda a algo y no sabe el que. Intenta hacer memoria y sacar esa cicatriz reprimida en lo más profundo de su mente. Comprende que sacar esto a flote le puede hacer daño. A pesar de todo comienza a echar la mirada hacia atrás. Ve las veces que se cayó con la bicicleta o las que solamente se había tropezado corriendo. Entonces vio el último recuerdo que guardaba aquella calle. Una niña le pedía que se quedará. Él se fue.

Se levanta del banco. No le apetece seguir en aquel lugar. No hay nadie por el bulevar o eso pensaba él. Había una chica y el adulto la vio directo a los ojos. Tenía la mirada de aquella pequeña con la que tanto tiempo de su infancia pasó. Se miraron de frente y ambos siguieron caminando, pero esta vez en la misma dirección.

Elioth Campos

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