Cuando era pequeño todas las tardes después del colegio
íbamos, mis amigos y yo a jugar al parque palomar que en su día lo llamábamos
el parque del tobogán amarillo.
Normalmente jugábamos al fútbol utilizando los arboles
como palos de portería, ya que la pista estaba ocupada por los mayores, aunque
a nosotros nos gustaba más jugar en hierba para tirarnos y revolcarnos en ella.
Después de jugar un poco al fútbol era la hora de la
merienda y el bocadillo más usual era el de mortadela con queso ya que a mí, el
dulce nunca me ha apetecido para merendar.
Tras esa pequeña pausa a votación popular decidíamos si
jugar en el tobogán y en los columpios o jugar al tula en alto en la parte de
debajo del parque.
A partir de los cuatro años otra cosa que me entusiasmaba
mucho era ir a ver al bar de debajo de mi casa los partidos del Real Zaragoza
ya que en esa época estaba en primera compitiendo con los equipos más grandes.
Me acuerdo que era fan de Diego Milito ya que era el pichichi y para mí el mejor
jugador del equipo.
Antes solo me apetecía ir al pueblo en verano, porque
también iban mis primos, que aunque fueran considerablemente más mayores que yo
me lo pasaba muy bien jugando con ellos al monopoly, mi juego preferido cuando
era pequeño.
Pero todas las mañanas al levantarme mi familia y yo
íbamos a bañarnos al río. Era el mi lugar preferido del pueblo. Al principio me
bañaba únicamente en la orilla, pero mi verdadero reto era cruzar el río de
lado a lado, y lo conseguí, comencé a nadar en la parte de arriba para que la
corriente no se me llevara y finalmente lo conseguí.
Tras un largo periodo de baño, al final de la mañana me
dedicaba a pescar renacuajos en unos remansos de agua junto al río. Me
encantaba la forma en la que nadaban y como algunos ya empezaban a tener patas
para más adelante convertirse en rana.
Estos son las mejores cosas de mi infancia y espero que
algún día pueda llegar a repetirlas.
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